martes, 5 de agosto de 2014



¡No te vayas, Dios te ha enviado !
           
            En el cuarto año de nuestro trabajo con la etnia mastanawa, nos comenzó a venir una desazón de todo lo que estábamos haciendo con ellos porque veíamos que no avanzábamos, los indígenas seguían igual, continuaban usándonos para satisfacer sus necesidades y otras cosas más. Nos pasó varias veces por la mente el dejar de trabajar con ellos y dedicarnos a otro ministerio que no implique tanto sacrificio y sea más cómodo.

Baya, con sus hijos.
            Compartimos con un par de amigos mastanawas que al finalizar el cuarto año de trabajo nos íbamos a Lima y probablemente ya no íbamos a regresar. Pasaron unos días y los mastanawas se pasaron la voz rápidamente y comenzaron las habladurías sobre lo que compartimos y algunos estaban de acuerdo con que nos vayamos y otros nos vinieron a buscar para saber de primera mano lo que estaba sucediendo. Aunque dijimos que nada estaba seguro, para ellos ya todo estaba decidido, -no retornaríamos-.


            Uno de nuestro ayudantes de idioma vino con su familia a visitarnos a la casa en Purús y nos dijo que estaba triste por la noticia. Otra mastanawa me increpo y nos dijo que ella estaba esperando que le enseñemos de Dios y hasta ahora no hicimos nada. Varias personas nos hablaron al respecto y poco a poco nos íbamos dando cuenta que realmente habían indígenas que nos tomaban en cuenta y estaban al tanto de nosotros.

            Finalmente, tenemos un amigo mastanawa que aunque nos engañó varias veces, siempre nos viene a visitar y compartimos buenos momentos. También una de sus habilidades es manejar el castellano mejor que la mayoría de sus paisanos y eso le hace superior al resto de su comunidad. El vino a visitarnos con su esposa y para variar estaba ligeramente mareado (borracho), había tomado trago. Entro lleno de barro en los pies a la casa y comenzó a llorar, yo no sabia lo que pasaba. Su esposa tenia la cabeza gacha y no decía nada. Entonces, mi amigo mastanawa habrio la boca y dijo: “Hermano, tú no nos puedes abandonar porque Dios te ha enviado”.

            Baje mi cabeza y no les quise mostrar mis lagrimas. Sus palabras fueron mis propias palabras que compartí con ellos cuando llegamos por primera vez a su etnia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario